Banco y banquero de pobres
A principios de agosto, la prensa trajo las noticias de golpe de estado en Bangladesh, país asiático de más de 170 millones de habitantes, economía tercer mundista e ingreso per cápita de 2.300 euros. Una continuada protesta, iniciada por estudiantes —exigiendo la derogación de una ley que fija cuotas para asignar empleos en la administración pública—, puso fin al mandato de la primera ministra Sheikh Hasina, en el poder desde 2009. Y, en su reemplazo se nombró, de manera interina, a Muhammad Yunus.
Pero no, no crea que vamos a hablar de política, aunque tangencialmente lo sea.
Quizá el lector ha oído de M Yunus. ¡Cómo no!, si se trata de un destacado economista, banquero, emprendedor y líder social. Fundador, hace casi medio siglo, del Banco Grameer (aldea en lengua bengalí), más conocido como el Banco de los Pobres. Por su aporte social fue galardonado con el Nobel de la Paz el año 2006. Reconociendo —la Academia Sueca de Ciencias que otorga este premio—, los logros de este tigre, genuino Tigre de Bengala, por sus "esfuerzos para incentivar el desarrollo social y económico desde abajo" e impulsar el microcrédito, alentar a los jóvenes a que creen su propio futuro y fomentar el uso de micropréstamos como factor de desarrollo, en poblaciones no bancarizadas de bajos ingresos o carente de ellos.
Yunus, es hoy un rock star de las microfinanzas en su país e internacionalmente. Su método es usar pequeños préstamos como medio para disminuir la pobreza en su nación y el mundo. Se trata de lograr satisfacer necesidades básicas y ayudar a emprendimientos de auto sustentación de personas, familias y, más en general, de la población pobre. Así, un crédito de 20, 50 ó 100 dólares es empleado en la compra de una cabra para disponer de leche, lana y eventuales crías; o para adquirir un serrucho y martillo y hacer trabajo de carpintería que genere ingresos; o invertir en cultivar un minihuerto doméstico que provea alimentos a la familia y vecinos. Es un modelo deseado por muchos, aunque practicado por menos.
Como se trata de una entidad no tradicional de créditos, no tiene fines de lucro, muchas veces no cobra interés o solo un bajo recargo. Más del 90% de los créditos son a mujeres, el contrato es de confianza, sin formalidad escrita, ni exige garantías. Las devoluciones del deudor son periódicas, de acuerdo con los rendimientos obtenidos, o en pequeñas cuotas mensuales. Los fondos para estos micropréstamos vienen de fuentes filantrópicas, recuperación de los mismos créditos otorgados y de operaciones financieras de banca tradicional y empresas asociadas.
La relación del banco con sus deudores y de estos con aquél es de mutua confianza, valor perdido en la vorágine de negocios y el afán de lucro –más allá de ganancias legitimas-- del sistema financiero global y, en particular, de la banca comercial. En pocos lugares del Orbe se llega, hoy, a acuerdos con un saludo afirmativo o apretón de manos, signo de compromiso y confianza, sin mediar un contrato y clausulas coercitivas y punitivas de salvaguarda. No es el caso del Banco de los Pobres, lo salvan formas culturales poco practicadas en Occidente.
El banco, en la actualidad, es dirigido por una fundación que, a su vez, apoya a entidades de fines similares de países en los cinco continentes. En América lo hace en Bolivia, Costa Rica, El Salvador, Estados Unidos, Haití, Honduras, México, Perú, República Dominicana, según datos de internet. La película To Catch a Dollar (2010), documenta el proceso del establecimiento de los programas del Banco Grameen en Estados Unidos.
Pero, como casi todo, en este mundo, tiene de dulce y de agraz. Lo dulce ya está enunciado. Lo amargo, viene por parte de los detractores con acusaciones, atribuyendo dominio del banco a población pobre e indefensa, elusión en el pago de impuestos, ocultar cartera vencida y cargos similares. Así también, se ha acusado a Yunus de infringir legislación laboral, de violaciones legales y fue destituido del banco por edad límite en la posición de director. La contra argumentación de su defensa es que las acusaciones son por motivaciones políticas.
Con todo, ¿qué podrá conseguir Muhammad Yunus, para su país, desde tan alto cargo de primer ministro? Deseable sería que fuera lo mismo o superior a lo logrado por los millones de pobres beneficiados con los microcréditos del Banco de los Pobres: zafar de la miseria. Y que, en este salto de economista social al poder político, no lo frene la oposición de adversarios políticos, ni le alcance el Principio de Peter, ese que dice que todos tenemos un nivel de incompetencia y que por ser buenos para algo ascendemos y ahí mismo fracasamos.